El renacer de Hernie

Esta historia fue creada por los amigos de la pagina: Luis Alonso Cruz y Eric Iparraguirre, nos presentan un escenario Cyberpunk donde podemos ver las aventuras de un traficante de drogas en un gobierno totalitario, todo esto como preámbulo para una historia aún mas grande y completa.

Espero que disfruten como yo la disfrute y no olviden comentar…

 

Llevaba más de cinco años en aquella prisión demencial, pero ¿qué prisión no lo es en el año 2500?.¿cómo no se vuelve uno loco con un policía cyborg que te planta todo su brazo de titanio en la cara ante cualquier acción que a su criterio es una falta de respeto? ¿cómo no se vuelve uno loco con unos compañeros de celda que más que reos parecen internos de centros mentales con esteroides?

Para no ser otro loco, queda ejercer la supervivencia. Así, con cada flexión, cada tensión muscular y cada combate contra cualquier provocador no sólo se hacía ganar respeto y masa muscular, también le venían los recuerdos de aquel maldito día en que fue capturado por la milicia urbana del gobierno insular con la ayuda de la UAN (Unidad Anti Narcóticos)….

Hernand  Rosset (más conocido como Hernie) no era más que un micro comerciante de drogas en las calles de la ciudad de Nuevo Progreso mejor conocida como Nupro City

-“¿Quién se va a fijar en mí?, mientras no cometa alguna tontería, un mal movimiento todo estará perfecto”-era lo que siempre repetía a sus amigos, amantes, cliente y un sin fin de seres a los que les comercializaba cannabis,  heroína, pasta, speed, polvo de ángel, omega 65, anfetaminas ciber neurales o cualquier otra droga de poco valor para las autoridades. Pero todo cambiaría un día cuando un personaje mitad turco mitad inglés con un extraño tatuaje de lagartija en su antebrazo le ofreció un buen negocio: comerciar con un potente ácido inyectable  llamado The Lord.

 –“El efecto es directo sobre la pituitaria, los viajes son muy duros y prolongados…el cliente puede ir a donde quiera. Esto es oro puro”- era lo que le explicaba este individuo, mientras le sonreía con un diente de platino que brillaba bajo la pobre luz del cuarto donde estaban. Lo que no le explicó era, que al actuar sobre esa glándula estimulaba la producción de visiones, generando fragmentos de posibles profecías sobre el fin del gobierno insular, pero su efecto iba incluso mucho más allá, limpiaba todos los restos del agente alucinógeno Locnoter causante del atrofiamiento de las facultades cognitivas superiores, es decir, pensar por uno mismo y de manera racional.

 El agente era lanzado a la atmosfera por las autoridades insulares mediante las centrales de dispersión ubicados en lugares donde antes habían sido iglesias, bibliotecas o parques. Por su forma se le conocían como “Hornos”  y  los pocos iluminados se referían a esta táctica como “Embrutece y gobernarás”.

Al empezar a traficar con The Lord, Hernie, se convirtió en uno de los tantos enemigos públicos del estado y fue puesto en la lista de terroristas y traidores del Secretariado de Justicia y Protección de la Patria Insular, máximo organismo de control público, que tenía a su mando la UAN y la milicia urbana.

Hernie estuvo mucho tiempo escapando de los continuos intentos de ser capturado por las dos fuerzas, en varias ocasiones una llamada, una señal o simplemente una intuición lo había salvado. Pero su caída se debió no por el tráfico, ni siquiera por los enfrentamientos armados que tuvo con algunos milicianos, sino por la muerte de una mujer.

Todo ocurrió cierta noche, él celebraba su cumpleaños número 32 con algunos de sus amigos comerciantes de droga en un night club del sector 10 de Nupro City o los “Rascacielos Calientes” como lo llamaban a ese sector rosa. Las drogas, el alcohol y los bailes de las mujeres le dieron a Hernie las ganas de saciarse con una mujer – “La quiero albina, no alta, y joven que no pase de 20 años” –fue lo que pidió por la pantalla del night club. Cuando ella apareció Hernie apenas podía ponerse en pie, su estado de alucinación y ebriedad habían hecho un fiasco de él, y la chica, que le había cobrado antes, sólo le hizo bailes eróticos y cuando estaba dispuesta a irse Hernie la contuvo –“El servicio no está completo, ahora quiero sexo”- a lo cual la mujer le dijo –“Mírate, ni siquiera te puedes parar y dudo que también se te pueda levantar”- En ese momento, Hernie fue un animal,  comenzó a golpear a la mujer con una brutalidad única, y ella en un intento por huir terminó cayendo del balcón del night club que estaba ubicado en el piso 25. La  milicia y el UAN llegaron por las llamadas de los vecinos ante el escándalo y el cuerpo de la mujer desparramado. Hernie al verse acorralado luchó contra los agentes hasta que estos lograron neutralizarlo.

Un largo proceso le siguió y gracias a la defensa de su  abogado evitó la pena de muerte alegando haber estado alterado mentalmente por ingerir la droga que comercializaba. Su pena fue transmutada por la cadena perpetua que al final era lo mismo o peor que la muerte.

Y así como irónica fue su captura, su escape lo fue todavía más. Era un día viernes en la mañana cuando los sismógrafos detectaron en Nuprocity el primer terremoto de grado 9 en casi 200 años. La ciudad en muchos sectores era un castillo de naipes….

-“¡Terremoto, terremoto!”- Eran los gritos de los guardias.

El suelo de la penitenciaria se abrió y una enorme grieta la partió. Por ella Hernie y muchos prisioneros caían como unos escombros, muriendo los más de ellos, pero para él fue una caída que no lo dejó mal herido. Cuando logró incorporarse, se dio cuenta que los presos sobrevivientes aprovechan en huir siendo algunos abatidos por las ráfagas de los rifles de plasma de los guardias.

Con todo el alboroto  y viendo esa leve oportunidad, Hernie recogió un rifle y comenzó correr entre los muertos, heridos y miembros despedazados tanto de reos  y guardias. En su camino se topó con la tapa del alcantarillado principal de la penitenciaria, así que no lo dudo mucho, cargó el rifle y disparó. Una vez adentro, se sumergió en las aguas malolientes, las cuales con su fuerza de arrastre le hicieron perder el rifle y la consciencia de un solo golpe. La fuerza del arrastre y su lucha por no hundirse lo dejaron inconsciente –“¿Muerte, redención, Dios? ¡no! , ni siquiera existe, ¿por qué pienso en él? ,¿Así es morir? …eran palabras en su propia inconsciencia.

Cuando al fin despertó  era el amanecer del sábado, estaba rodeado de basura no solo orgánica sino también de restos de máquinas, vehículos, químicos de fábricas…-“soy lo inservible, en el reino de lo inservible”-pensó. El cielo tenía el típico color verdusco del Locnoter

Caminó mucho por el basural,  y mientras buscaba algo firme entre tanto desperdicio, una pregunta extraña se le vino a la mente -“¿Se podría construir una estructura sólida sobre ese campo?”- una respuesta se le venía pero decidió abandonarla por su inutilidad.

Pasaban horas de caminata y hambre, su traje de reo estaba húmedo –“en este lugar el único que vive y piensa soy yo”-se afirmaba con cada paso, hasta que algo lo sorprendió.

-“¿Qué diantres eres?”- le preguntó a ese ser de apariencia reptiliana todo gelatinoso y transparente de cuyos ojo salía una hipnótica luminosidad de color rosa – “Soy Ostro, el hijo  del Vasto Sistema del Pensamiento o Vaspev, no temas, que estoy aquí para educarte”- y antes de que Hernie respondiera algo el reptil le disparó desde su cola un dardo plateado que le dio en el medio de la frente. El dardo tenía una dosis  al 95% de pureza del ácido The Lord,  lo que introdujo a Hernie en un profundo sueño alucinatorio.

En el sueño, Hernie se encontraba frente a un templo, de estilo indeterminado, por ciertos momentos le recordaba una catedral gótica por otros era un templo bizantino. La puerta de una altura indeterminada, estaba abierta de par en par, y daba  directamente a la nave principal del templo que estaba iluminada de una manera tal que Hernie supuso que era luz artificial pero no lograba distinguir de que tipo. La sensación que daba era de estar en un profundo misterio dentro de otro misterio.

Al avanzar y distinguir mejor las formas, pudo ver al fondo de la nave, lo que sería el púlpito principal. En él había una cabeza unida a cordones que se perdían atrás de la estructura y debajo de la misma una pantalla de mercurio la cual al detectar la presencia de Hernie comenzó a lanzar una serie de números y luego estos se iban transformando en palabras que se unían para crear oraciones y frases.

-“Soy Irgundio, -decía la cabeza-uno de los muchos profeta de la VASPEV. Ahora te encuentras en una de sus esferas dimensionales. Ustedes la  llaman Revelación, y esta para que  no te provoque más sobresaltos, se materializó en un templo, algo que es familiar para ti”- en ese momento la pantalla le mandó imágenes de hace veinte años,  su madre y él entrando a una de las pocas iglesias que quedaban en el sector 83 de Nupro City antes de que el gobierno insular las destruyeran todas para levantar centrales de dispersión de agentes alucinógenos.

Irgundio continuaba-“Te presento a uno de mis ayudantes: Ostro, él fue el nexo entre la VASPEV, yo y tú”- en ese momento de la boca de la cabeza salió el reptil que había visto antes de caer en el sueño y lo relacionó inmediatamente con el tatuaje del extraño traficante de drogas que le ofreció The Lord.

– “Antes que te preguntes cosas, las respuesta ya se están dando Hernant… ahora el tiempo para que te quedes en esta Revelación está llegando a su fin, así que te dejaré el mensaje verdadero o revelación máxima”-tras lo cual Ostro bajó de la boca de Irgundio y se conectó con la pantalla de mercurio mediante un cable saliente de su espina dorsal y hecho esto apareció el mensaje- “Sus ropas te llevaran a los hijos escondidos, nuestros hermanos menores que pronto serán los tuyos”.- luego toda la nave se envolvió en un manto negro, Hernie sintió que otra vez perdía el sentido.

Al despertarse se encontraba en el basural – “¿Fue un sueño o alguien está jugando conmigo?”-  Hernie, como un reflejo mecánico, se llevó las manos a  la frente y descubrió que ya no había el dardo pero si un pequeño agujero para recordarle que todo había sido “real”. En ese momento sintió mucha hambre.

Comenzó de nuevo a caminar y como quien encuentra ecos a su plegaria vio a un hombre a lo lejos sentado junto a una fogata. Al acercase cada vez más, descubrió que el hombre ya lo estaba mirando, así que cuando lo tuvo cerca este le dijo –“Acércate hombre, veo que tienes hambre”- tras lo cual compartió su merienda la cual Hernie apuró sin pensar en el tipo de carne que masticaba, sólo sabía que era comida tras muchos días en un miserable basural.

Mientras apuraba el alimento, Hernie vio que este sujeto de la fogata vestía un traje negro de arlequín, un abrigo y botas militares, también negros. Sus manos estaban cubiertas por mayas negras y anillos plateados que simulaban calaveras y murciélagos. Su color de piel era extremadamente blanca, en su rostro no llevaba cejas y las pupilas de los  ojos tenían un diseño como los ojos de un felino. A la vez los cabellos eran largos y trenzados.

Al ver que Hernie lo miraba este le respondió – “Como extranjero necesitarás comer lo suficiente para ser mi esclavo, eres un infrahumano, sé de dónde vienes pues tus ropas te delatan; y te digo he comido cadáveres de gente como tú. El hombre que come cadáveres no le teme a nada; así soy yo, si puedo comerme cadáveres puedo comerme a Dios, ya que él es una invención del pensamiento infrahumano “- Hernie al escuchar estas palabras sintió que una herida se volvía a abrir, manaba sangre que había estado coagulada por años, esos segundo entre lo que él iba a responder y el silencio era un mar de recuerdos que la llevaron a aquellos lejanos domingos con su madre y el púlpito, ¡ese púlpito donde ella había muerto! – “No te preocupes-respondía Hernie- en breves segundos  serás un mártir de tu gente y te convertirás  en un dios que si existió” – acto seguido Hernie le destrozó el cráneo con un tubo oxidado golpeándole repetidamente y para rematar el cuerpo ya inerte, cogió un pedazo de hierro filoso, le abrió el pecho y arrancó el corazón, el cual tiró a la fogata. Siguiendo sus instintos tiró el cuerpo en un charco cercano y descubrió un extraño fenómeno, la piel del cadáver que había sido blanca era sólo un maquillaje que se diluía en el agua. El verdadero color del difunto era de un cobrizo tierra. Esa noche, Hernie pudo dormir tranquilamente

Al amanecer, Hernie de nuevo estaba solo en el basural; con  un cadáver y quizás una nueva condena, tal como había acabado la última vez. Se sentó y siguió recordando escenas de su infancia, especialmente de su iglesia, esa  gran torre cónica rematada por una cruz que tanto al amanecer como al atardecer brillaba por los rayos que caían en su superficie de aluminio –“Siempre brillabas, la gente, nosotros, pusimos lo mejor ahí, el aluminio que nos faltaba en nuestros hospitales, las mejores piezas inoxidables de nuestras cocinas… y al final esos malditos del gobierno te derribaron, luego pusieron un Horno como si fuese una sucursal del infierno… nos quedamos desnudos después de que te fuiste”- y mientras seguía con sus recuerdos le asaltó uno más; era el último mensaje de su alucinación-sueño: “Sus ropas te llevaran a los hijos escondidos, nuestros hermanos menores que pronto serán los tuyos”.

Como un resorte, presa de ese mensaje, Hernie se dirigió al cadáver y tomó sus ropas, al hacerlo se volvió  a sentir aliviado.

Durante un día más siguió caminando en aquel reino del desecho, hasta que una nave aterrizó cerca, su conductor, que le había llamado la atención al ver a ese hombre vestido de negro, era un empleado de la recolección de desechos e incineración, llamado Enoch quien le dijo:

-“Hombre, ha sido una suerte encontrarte, debo sacarte de aquí lo más pronto posible, esto estará a punto de incendiarse, siempre lo hacemos el último martes de fin de mes, rociamos todo de uranio y luego lo encendemos…no queda nada”- en ese momento Hernie esbozó una sonrisa y le agradeció  a su salvador y se dijo para sí mismo – “tal como el pastor nos decía en la Iglesia, al tercer día resucitó de entre los muertos”-

También se acordó en ese momento del cadáver y se dijo otra vez -“para algo serviste después de todo” – y se rió como no lo había hecho en tantos años, mientras recibía en los ojos los destellos de luz del atardecer  filtrados por el plexiglás de la nave.

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