Abandonado en un planeta solitario Roberto agotó sus reservas de víveres después de dos meses de aislamiento.
El fangoso planeta donde se había estrellado no tenía flora ni fauna comestible, por lo tanto Roberto decidió recurrir a las tres especies del reino fungí que habitaban el planeta.
A pesar del mal sabor de los hongos todos eran comestibles. Dos años después Roberto había aprendido a mezclar las diferentes especies de hongos en diferentes cantidades para modificar el sabor. Al igual que con los colores primarios Roberto pudo encontrar los sabores primarios y mezclarlos a placer para generar una infinita cantidad de combinaciones para el paladar.
Cuatro años después cuando fue rescatado, tenía serios problemas de obesidad.

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