Gusanito, Mandrágora y los rinocerontes blancos.

La mandrágora gigante se estableció en Nueva York afectando la vida nocturna de la ciudad. La planta fosforescente de veinte metros de alto brindaba iluminación gratuita a los habitantes del puerto. A cambio el diabólico vegetal exigía como sacrificio a una virgen lasciva.

Virgen sacrificable
Virgen sacrificable

Si, leíste bien lector. Una flor gigante puede brindar luz y calor a una metrópoli completa. A cambio una vez al mes el vegetal pide el sacrificio de una jovencita dispuesta. No cuenta si a la chica le duele la cabeza. Por su puesto que no se vale mentir, la planta se dará cuenta.

La perversa flor requiere una sobredosis de hormonas femeninas para sobrevivir. Para evitar contagiarse de enfermedades venéreas la planta exige que sean vírgenes. Las asociaciones religiosas originalmente se opusieron a permitir sacrificios humanos en la mayor ciudad del mundo, pero los biólogos y los electricistas defendieron a la inmensa flor adjudicando que no existía una sola religión que no hubiera sacrificado vírgenes previamente.

La planta bioluminiscente, entregaba por medio de sus raíces excesos de energía química, que a su vez eran utilizados para abastecer la ciudad de energía “barata” y “limpia”. Además elevaba el porcentaje de áreas verdes en un 56% y reducía la temperatura en verano 15°F.

Aparecieron numerosos beneficios sociales: las calles mejor iluminadas redujeron los índices de criminalidad, la planta mejoró la imagen de la ciudad, bajaron los índices de CO2 en la costa este, se comió a las hijas de varios candidatos republicanos (Que por supuesto eran las vírgenes lujuriosas más sencillas de encontrar.) Evitando que los republicanos aumentaran en número y por ultimo; muchas jovencitas deseosas de alargar su vida bajaron sus estándares mínimos para tener relaciones sexuales.

El sector conservador norteamericano no toleró por mucho tiempo la existencia de la planta. La derecha norteamericana es famosa por oponerse a tres cosas, a continuación se mencionan en orden de mayor a menor prioridad:

  1. El sexo premarital.
  2. Las energías alternativas.
  3. Los sacrificios humanos.

Originalmente la estrategia de la derecha consistía en sacrificar principalmente minorías. Lamentablemente la mandrágora gustaba de la dieta  variada y fue necesario que se entregaran algunas chicas blancas protestantes y eso movilizó al sector conservador.

En un arranque de flexibilidad nuestros amigos republicanos recurrieron a la ingeniería genética. Se creó a gusanito. Una lombriz de tierra con muchos esteroides que media un kilómetro y pesaba 7 toneladas. El insecto se arrastró por el subsuelo neoyorkino  hasta llegar a su combate con la planta.

Vista aérea de la batalla.
Vista aérea de la batalla.

La batalla fue épica y le dio al gusano la experiencia requerida para una lucha posterior que tendría con rana en el subsuelo de Tokio. (Esa es otra historia.) Victorioso el animal consumió con tranquilidad a la monumental flor. La piel de la lombriz emanaba combustóleo por todo el lugar que transitaba ayudando a reparar los daños económicos que un ser de su tamaño solía generar. Hasta que le dio por destruir edificios.

Siendo tan buen negocio, fue más sencillo evacuar Nueva York que sacrificar al insecto. El único ser al que el insecto realmente respetaba era a los rinocerontes blancos así que fue necesario clonar varios para cuidar las fronteras de la ciudad. Eventualmente se hizo un descubrimiento; El gusanito requería comer a un hombre caballeroso y elegante una vez a la semana o no produciría combustóleo. No podía ser un sujeto cualquiera, debía ser un hombre guapo, atento, amable y educado independientemente de la situación.

La lombriz requería la testosterona para sobrevivir y generar el combustible. No se podía perder la independencia energética y la bestia era exigente con la presentación de su alimento. Algunas asociaciones civiles exigían el sacrificio del animal pero fueron refutadas cuando se demostró que no eran los primeros caballeros que se sacrificaban por una causa noble.

Con el tiempo llegó un invierno que hubiera matado a la mandrágora, la lombriz cavó un agujero y desapareció por mucho tiempo.

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