La agonía de los pantalones borrachos

¡Oh! ¡Por el amor de Dios! ¿Dónde están mis pantalones? No puedo salir a la calle sin ellos, son parte elemental de mi imagen y aparte no tengo otros. ¿Acaso están en el baño? Pude haberlos dejado después de la fiesta de anoche, de la que por cierto no recuerdo nada.

Hay mucha posibilidad de que todavía los tenga puestos. Nope solo mis calzoncillos. Supongo que es posible que estén mi saco de ropa sucia o dentro de la lavadora. Quien pensaría que tanto alcohol fuera malo para la salud.

Tengo la sospecha de que mis pantalones me están esperando afuera colgados del buzón. Ya me ha sucedido antes, lo bueno de tener buenos vecinos es que recuperan tus pantalones después de una buena juerga.  Pero mi buzón luce vacío y el naranjo de enfrente (donde ocasionalmente aparece mi ropa también carece de indumentaria).

Curiosamente no tengo resaca. Tal vez es porque aún estoy ebrio. Aunque si mis pantalones sufrieran el malestar de la deshidratación etílica en mi lugar, es posible que decidieran irse a las piernas de alguien menos borracho. En ese caso lo correcto sería poner letreros en la calle que digan: Se buscan pantalones fugitivos.

Creo que ya recuerdo. Anoche cuando regresaba de la fiesta fui secuestrado por extraterrestres y les entregué mis pantalones como ofrenda de paz a cambio de evitarme una sonda anal.

Sí, eso debió de suceder. Bueno… Creo que es ese momento en la vida de un hombre cuando debe considerar comprar pantalones nuevos.

Comprar pantalones es una agonía. No sé qué es peor; Explicarle a una atractiva chica que no tienes idea de que talla de pantalón eres o permitir que un hombre te atienda en una tienda de ropa. Después está el asunto del precio, hay pantalones de $100 y pantalones de $800. No hay nada en medio. Es una especie de apartheid varonil que separa a los hombres en clases por medio de un artículo cuyo precio me parece imposible de adivinar. Pero cuando lo vez con cuidado, tiene todo el sentido del mundo: Siempre estarás consiente de que usas pantalones baratos, es como una cadena de esclavo en la mente. Muy hábil de tu parte industria de la moda…

Otra vicisitud en la compra de artículos para ocultar tus pantorrillas son las pinzas. Ningún hombre en su sano juicio debería utilizar pantalones con pinzas. Solo los sádicos y los coleccionistas de timbres postales prefieren esos pliegues demoniacos en su ropa. El problema reside en que si quieres unos pantalones baratos sin pinzas necesitas tener un estomago de lavadero, porque solo los comercializan en talla galán de telenovela mexicana.

Y ¿Por qué es tan condenadamente difícil elegir un color? Todo se limita a negro, café, azul marino o gris. Los demás colores son imposibles de combinar a menos que seas un pretencioso adicto a recibir atención. Aun así tienes que meditar bien tu decisión para saber que camisa se debe lavar todas las semanas.

Supongo que esto ya perdió el sentido original así que mejor dejo esto por la paz y me voy…

Ahora tengo unos pantalones azules nuevos y los voy a llevar a la fiesta de esta noche.

4 comentarios en “La agonía de los pantalones borrachos

  1. Visto desde mi experiencia, no hay una sola prenda pérdida en una noche de juerga que merezca ser encontrada. Si no aparece por tu casa, el estado en el que la encontrarás difícilmente hará posible su aprovechamiento. Así que mejor déjalos ir. En cuanto a las tallas, con esto de los metrosexuales ahora resulta que mucha mente sabe lo que quiere. Aunque no lo que le conviene. Cuando aparece una chaval a pedir unos jeans ultra skinny fit de la talla 54 (talla europea de gordaco)

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Deja un comentario. Cada vez que lo haces un cachorrillo encuentra su hogar.

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