Libros Educativos 3.2

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Charlie 4

—¡Si mi entrenador! ¡Yo no me detengo!—

Emanuel apretó los ojos, debía suprimir el recuerdo lo antes posible, o no podría dar el 100%

—¿Tienes las instrucciones claras?— Bramó Focholia.

Emanuel asintió, no era necesario responder en voz alta, la voz del entrenador estaba en su cabeza, desde su nuca era capaz de saber todo lo que sucedía y hoy era un día de oportunidad, una misión importante donde se puede sobresalir entre el equipo.

Desde que tenía 13 años, el libro del entrenador Focholia estaba injertado en su nuca, dándole consejos, motivándolo y diciéndole cuando eran las fechas claves en su vida. Gracias a aquella lamina conectada en su sistema nervioso, había tomado las mejores decisiones. Alguna vez se había preguntado por qué no obligaban a todos a injertarse la guía del entrenador.  La voz del Argentino resonó en su cabeza clara y convincente:

—A los mediocres no les gusta mi método, si quieres ser un triunfador yo soy la única opción y  no tolero a los perdedores.—

Para el sonaba lógico, cuando su carrera deportiva se fue al trasto; sus oponentes también tenían el libro, muchos de sus compañeros de escuadrón conservaban el tomo conectado a su nuca y básicamente toda la gente que admiraba o respetaba tenia o había tenido la nuca.  Por su puesto su jefe: el señor André, conservaba la lamina vacía, pero según se dice se puede ser un triunfador sin necesidad de Focholia.

Los lectores del libro suave eran obreros fracasados y criminales en potencia, los que tenían al japonés en la nuca eran mentirosos y estafadores. Básicamente  Focholia es la única opción para el éxito honesto. Aunque no le gustaba pensar en ello, a veces podía encontrar lectores del entrenador en las redadas, los veía con los ojos amarillentos, victimas de su adicción al polvo, con los nudillos sangrando después de una pelea ilegal o simplemente llorando en rincón.

Las noches malas regresaba a su mente el recuerdo de su compañero Javier Manchado, la carne de sus manos era literalmente pulpa, pero seguía golpeando el cadáver de su esposa y no dejaba de repetir la maldita frase:

—¡Si mi entrenador! ¡Yo no me detengo! ¡Si mi entrenador! ¡Yo no me detengo! ¡Si mi entrenador! ¡Yo no me detengo!—

Ni si quiera puso atención cuando llegó la policía, aun así fueron necesarios tres agentes para que dejara de golpear el cadáver de la mujer,  ella también tenia a Focholia en la nuca.

Emanuel sintió una pequeña descarga eléctrica y escuchó la voz un su cabeza:

—Te están disparando ¡Defiéndete!—

André estaba gritando algo, no podía escuchar qué. Apuntó contra una mujer que corría hacia un pasillo, la voz de Focholia lo interrumpió:

—Tu objetivo huye por el pasillo, síguelo.—

Emanuel corrió tras el sospechoso, era un pasillo largo, André había mencionado algo sobre túneles de escape, aceleró el paso, ya había perdido una buena oportunidad cuando tenía veintidós años, aquel tiro libre le costó una carrera en el basquetbol profesional, esta vez no iba a fallar.

Supo de algo estaba mal cuando sintió el empujón, de su pecho sobresalía una varilla de cincuenta centímetros por lo menos, durante la persecución no notó las trampas. En su cabeza Focholia lo insultaba por detenerse.

—Creo que me muero entrenador.—

—¡Te mueres porque eres un mediocre! ¡Un jodido fracasado!—

—Debí poner atención en lugar de correr.—

—Debiste terminar tu misión ¡Inútil! ¡Haznos un favor y muérete de una vez!—

—¡Si mi entrenador! Yo me muero…—

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