Rojo

Rojo, pendiente de las sombras que se aglomeraban a mí alrededor, noté el purpura sangriento que se acumulaba en el cielo. Puntos blancos se dispersaban a través del firmamento cual estrellas paisanas en la alegoría de la bóveda nativa.

Aquellos puntos aislados carentes de nombres codificados o nombres en un manual de navegación, son sin embargo parte de aquellas historias y nombres particulares que los hombres obsequian a los regalos que conservan después de milenios. Hombres que jamás existieron.

Anónimas e indiferentes aquellas estrellas permanecieron silenciosas mientras atravesaba el yermo solitario en busca de la respuesta final.

― ¿Así que jamás existimos? ―

El universo me contestó con su frio silencio, el esquivo sonido del viento entre las rocas me ofreció una segunda opinión: Una respuesta pesimista y depresiva generada por la ausencia de un pasado probable en los albores de la existencia.

La grava acumulada alrededor de mis pies contaba su historia de fortaleza y erosión, rocas imponentes generadas a partir del polvo espacial se han alzado ante los milenios soportando estoicamente la cruel caricia del viento. Desgastadas hasta el infinito las rocas pierden imponencia mientras se transforman en polvo. El viento erosiona, más el tiempo es quien realiza el degaste.

Mi mente cruje mientras la soledad tritura mi psique con los molinos de la desesperación, mi piel endurecida por la radiación de una estrella innombrada se erosiona mientras el viento en una suave lisonja letal remueve células muertas de mi cuerpo. Una partícula a la vez, no hay prisa, el tiempo es  eterno donde no hay hombres para contarlo.

―¿Valió la pena? ¿Esto es el logro final de todo el desarrollo científico? ―

Dios esta donde tres clamen su nombre, mas no hay tres y jamás existieron. Al igual que los cientos de millones que poblaron y murieron el vacío del espacio, el creador no estuvo ni estará aquí, jamás existirá porque jamás existimos nosotros. Mientras veo rojo hasta el infinito pienso en la realidad de los ateos, que solo lograron tener razón cuando logramos negar nuestro propio origen.

El ritmo de mis pasos se transforma en punzadas de desolación, mientras escucho el crujido del suelo mi mente divaga sobre recuerdos que jamás sucederán. Roja, neblina roja que acapara todo, cubre mis ojos cegando mis sentidos. Mis dientes rechinan mientras los granos se introducen en la roca.

―¿Por qué estoy aquí? ¿Acaso no es suficiente con que nadie exista? ―

Como respuesta escuché el rítmico murmullo del oleaje, independiente de mis actos en este mundo irrelevante, las leyes de la física conservan su independencia a los actos de los hombres. Las leyes de la naturaleza son una constante eterna en cualquier universo.

Me arrojaré a aquel océano estéril, que las bacterias que llevo conmigo se alimenten de mi cuerpo inerte. Que sean sus descendientes quienes habiten la tierra.

2 comentarios en “Rojo

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