Dolor de cabeza, cuando Ramón cumplió los dieciocho el banco le prestó $4000, comenzaron con una cubeta de cerveza y al final compartieron una botella de alcohol esterilizante. No se sentía así desde aquella vez.
Abrió los ojos, una lámina en la frente extendió el dolor hasta torturar sus encías, la lengua seca estaba paralizada y las extremidades no respondían.
Se había bebido su préstamo sólo, el más joven del vecindario, todos sus amigos habían tomado el ticket a las colonias en el asteroide, la noble tradición de emborracharse a costa del banco y huir al espacio se había acabado con él.
Después de un esfuerzo de concentración heroico giró la cabeza, no estaba en casa, la habitación se parecía mucho al edificio de su madre, pero algo era diferente, había un desorden pero estaba limpio, en su departamento no había suficientes cosas como para crear un desorden, pero todo estaba lleno de polvo y basura.
—Un lugar opuesto al hogar.— Pensó Elisai con desagrado, al adolescente nunca le importó la limpieza hasta que amaneció encadenado y con resaca, compartiendo celda con una deidad digital.
Suena interesante lo de la deidad digital.
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Es el progreso.
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