La novia del Huracán

Me tardé un par de años en darme cuenta, supongo que lo hubiera esperado de una meteoróloga profesional o de una bióloga marina, pero Edith era una contadora que trabajaba ocho horas diarias en un edificio con aire acondicionado.  Tal vez si hubiera puesto más atención, o si no hubiera intentado aprovecharme de la situación…

La primera pista fue cuando estábamos en un restaurante y en la tv pasaban una noticia sobre el huracán patricia. En la ciudad había una paranoia generalizada y me ofrecí a acompañarla a su departamento, durante todo el trayecto ella no dejó de ver noticias sobre el huracán en su teléfono, y cuando llegamos a su puerta me ofreció pasar.

En el estante había varios libros de meteorología que en ese momento no noté, mi amiga se había abalanzado sobre mí con una lujuria que consideraba incapaz de ella, y en lugar de poner atención a sus libros; yo estaba ocupado con su trasero en mi cara. Cuando terminamos nos quedamos desnudos en el sillón de la sala mientras la llovizna golpeaba la ventana. Se notaba algo de tristeza en su rostro.

Su frialdad posterior debió servir para que me alejara, en lugar de eso traté de acercarme a más ella, la busqué y supliqué, pedí disculpas por mi comportamiento en su apartamento y ella me aceptó. Pero seguía siendo fría, indiferente, similar a quien acepta un destino después de que sus sueños mueren.

Me sentí en la relación equivocada, hasta la siguiente temporada de lluvias.

El huracán Ramona había llegado a la ciudad, yo había mantenido a Edith a mi lado a base del canal del clima y regalarle libros de meteorología, pero aquella noche la tormenta impactó de lleno a mi departamento, con una dulzura inusual salimos a mi balcón y dejamos que la lluvia torrencial golpeara nuestros cuerpos. El agua y el granizo nos azotaban  impiadosamente, Ella estaba tan feliz, tan cómoda bajo la lluvia y tan llena de vida. Lo entendía perfectamente, si quería hacerla feliz debía estar donde las tormentas.

Ojalá nunca lo hubiera entendido.

Cyclone_Catarina_from_the_ISS_on_March_26_2004

Aquí estábamos, ha pasado un año desde que entendí cómo hacerla feliz. Rentamos una casa junto a la costa y el Huracán Selma ha alcanzado la categoría cinco. Edith no hablaba: sonreía y jadeaba, solo se movía para cambiar  de ventana y lo único que comía era el agua con azúcar que le llevaba a la boca. Había perdido por lo menos cuatro kilos desde que le dije que rentaríamos una casa en la playa durante la temporada de huracanes, y le ha crecido todo el pelo. Su piel se notaba más pálida, sus pecas habían desaparecido, sus ojos color azul se habían opacado hasta parecer dos aceitunas verdes, sus labios estaban pálidos y su blusa blanca al mojarse transparentaba sus costillas.

Lucia tan feliz, era como si su propio cuerpo y mente fueran tan plenos que habían olvidado todo lo demás, no opuso resistencia mientras le ponía el impermeable amarillo y cuando entendió que la llevaba a un bote, sus dedos se clavaron en mi brazo de la emoción, había una locura inédita en sus ojos, la sonrisa incrustada en su rostro… y… ella era tan frágil.

Tal vez ese era su destino, y me utilizó.

El huracán era impresionante, el bote se agitaba con las olas del picado mar, pero ella mantenía el equilibrio a la perfección. Sin su impermeable me di cuenta de mi propia estupidez, ¿Cuánto hacía que no comía? ¿Alguna vez la hice feliz sin la ayuda de una tormenta tropical? ¿Cómo pretendía hacer que el bote regresara al puerto?

—Gracias.— Me dijo con un susurro que se antepuso sobre los alaridos del viento, el mar y el acero rompiéndose. Me dió un beso, más dulce que el néctar y más tierno que cien cachorrillos bebé.

Frágil, sólo vestida con unos jeans y una blusa blanca, caminó hasta la proa y se arrojó al océano.

Ella no sabía nadar.

Nadie la buscó, nadie me preguntó por ella…

Lo único que dejó atrás fue a mí.

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