El Viento Antipsicomaquiavelico

Ella vino a mí con esa sonrisa hermosa y me partió el corazón,  la vecina de enfrente con su cabello negro como la obsidiana y su suave piel bronceada por el sol, atravesaba el pasillo con su nuevo novio. Con los guantes de box colgando de hombro, el flamante pretendiente  me dirige una sonrisa llena de confianza.

—¡Hey! Tú debes de ser el vecino de Ale, dice que te vas a hacer rico con la basura.—

—¿Eso te dijo? Yo no diría rico.— Mirada acusatoria para Ale, que me sonríe mientras se cuelga del fornido brazo del extraño.—Es solo un pequeño invento en el que estoy trabajando, se trata de un generador de…—

—Tengo que irme amiguito, luego me cuentas de eso.— Mi vecina me manda un amigable beso mientras acompaña a su nuevo novio al gimnasio.

Allí va el de este mes, un  esqueuomorfismo de un héroe medieval: Grande, fuerte, bruto y ejecutando alguna labor administrativa en la fábrica de su tío, o yo que sé, el del mes pasado me dijo que era físico hasta que descubrí que trabajaba en el consultorio de fisioterapéutica de su hermana.  Era como el cuento del ornitorrinco que quería ser otorrinolaringólogo, pensaba que porque el nombre se parecía era casi lo mismo. No era tan mal sujeto.

En la mesa hay tres chelines y una botella de brandy, debajo descansaba mi invención, el bote de papas fritas medio oculto en la esquina y los elefantes de vidrio me indicaron que mi mascota y pase de salida de había dado otro atracón.  Solo debo convencerlo de que la basura es más sabrosa que la comida italiana y mi cerdo comenzará a fabricar juguetes con la basura. El estómago de mi animal está hecho con polímeros: Ciclopentanoperhidrofenantreno para ser más exacto.

El pobre cerdo verde puede comer lo que sea y terminará defecando un juguete, el otro día se comió una lasaña completa y defecó un pequeño unicornio rosa salvaje, hoy se comió unas papas y me dejó unos elefantes de vidrio. Algún día mi cerdo cambiará el modo en el que el mundo produce, mi plan no tiene psicología maquiavélica, solo hombres frustrados y animales inocentes.

A la mañana siguiente Ale solloza,

—Igual que los anteriores, todos pasan una noche y se desaparecen, ¿Por qué no  pueden ser más como tú?—

—Nadie debería ser como yo.— Y no le miento, —Te aseguro que solo está perdido por unas horas, al rato te llama.— Y eso es una mentira que he repetido cientos de veces.—Ten: Mi cerdo ayer fabricó unos canguritos de peluche.—

Mientras ella llora, yo me pregunto si todos los boxeadores servirán para hacer canguros de juguete.

 

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