La venganza de las almejas

Entonces las almejas comenzaron a vibrar, rítmicamente en una coordinación inaudita el cuerpo del hombre se comenzó a mover involuntariamente, las conchas pegadas a su cuerpo impulsaban sus extremidades manejándolo como una marioneta con cien mil titiriteros coordinados para moverlo.

La luna iluminaba la caleta, un observador solo hubiera visto el reflejo blanquecino de la espuma, pero aquella noche algo se reunía bajo las aguas de la bahía, entre las rocas qué salpicaban la arena había vida, una creatura mucho más atenta qué el humano promedio lo hubiera notado, pero esa noche bajo la luz de la luna llena la caleta estaba desierta, exceptuando por las almejas.

Millones de almejas reunidas entre las rocas de bahía, se comunicaban, no como lo hacemos los humanos basándonos en las vibraciones de nuestras cuerdas bucales, las almejas se comunican utilizando sus apéndices. Milimétricas vibraciones en sus conchas dan razón de lo qué fuera un caótico  debate entre los principales representantes de la comunidad almejil.

Siendo creaturas competitivas y egoístas las almejas no suelen reunirse en grupos grandes, pero esta noche habla la vecina de la víctima, temerosa por su propia integridad ha llamado a sus líderes y estas a su vez contactaron a la reina de las almejas la cual ha llamado a sus súbditos a hablar a la caleta de la almeja.

Las almejas no tienen un lenguaje como el nuestro, pero aquella almeja expresa lo qué necesita expresar, no le gusta como las ve, es normal qué se coman a una de vez en cuando, a las almejas no les importa en demasía siempre y cuando no sean ellas. Pero lo qué él hace no es natural la manera como las ve, a la ultima la abrió y la “usó” no se la comió, solo le gusta observar cómo se retuercen después de verse forzadas, una mente criminal capaz de hacer cualquier cosa para su satisfacción, todo a través del sufrimiento y la confusión de una almeja.

Las almejas tomaron una decisión.

La mañana alcanzó al hombre, sintió su cuerpo pesado antes de qué el dolor punzara su piel, se levantó como si su musculatura estuviera hecha de arena semi-compactada, algo no estaba bien, se dirigió a su sintiéndose más pesado que de costumbre y fue cuando miró su brazo, al principio creyó que se había vuelto de piedra, pero conforme corría al espejo de su baño sus ojos terminaron de despertar y notaron el detalle.

Almejas.

Cientos de almejas se cerraban sobre su piel pellizcando cada centímetro de su cuerpo sus dedos, y el espacio entre ellos tenían almejas, los moluscos entorpecían su movimientos, aquellos bivalvos se encontraban en sus parpados en su entrepierna y en los dedos de sus pies.

Entonces las almejas comenzaron a vibrar, rítmicamente en una coordinación inaudita el cuerpo del hombre se comenzó a mover involuntariamente, las conchas pegadas a su cuerpo impulsaban sus extremidades manejándolo como una marioneta con cien mil titiriteros coordinados para moverlo.

Avanzó hacia el mar y jamás salió.

No era el primero, ni el ultimo.

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