—Dame un Tuesday on Mars.
El cantinero miró de reojo a todos los clientes del bar, sacó una botella del fondo de la barra y llenó un caballito.
—Solo hay un tipo de persona que pide en inglés un Marte en martes, dime colega, —El cantinero alargó el sonido de la “E” parodiando el acento marciano. —¿Hace cuanto llegó a la tierra?
—¿Eso Importa? Colega. —El visitante observó con mala cara a su alrededor. —La mitad de tus parroquianos no lo pensaría dos veces antes de romperme una botella en la cabeza, pero tú eres un hombre inteligente. —Extendió un sobre manila a través de la barra. —Sabes qué soy el hombre que están esperando en la habitación del fondo.
El cantinero inspeccionó el contenido del sobre por una fracción de segundo antes de guardarlo en el cajón secreto de su caja registradora.
—¿Quiere que le deje una botella de Marte en la sala VIP?
—Preferiría que no lo hicieras, mis anfitriones se podrían ofender.
El cantinero pasó una tarjeta plástica de seguridad y la puerta entre los exhibidores de botellas se abrió, el hombre de gabardina y el cantinero pasaron a una sala de juntas donde varios hombres esperaban. La iluminación se emitía desde la orilla mesa permitiendo leer documentos en ella pero ocultando los rostros de los asistentes.
El marciano decidió qué estaba cansado de conspiraciones y decidió ir al grano.
—Caballeros, seamos rápidos y concisos. La tierra se muere de hambre, y comerán grano marciano, no existe campaña mediática capaz de cambiar eso.
Cuatro de los seis hombres en la mesa asintieron en silencio.
—El hecho de que estén hablando conmigo demuestra que mis competidores han fracasado en sus campañas, allá afuera hay por lo menos cincuenta personas que odian más a los marcianos que el año pasado.
—Es cierto que las campañas publicitarias han dañado severamente la imagen de Marte, probablemente jamás se recuperarán del golpe, pero negocios son negocios.
—Lo que yo les ofrezco es empacar el grano como un producto experimental australiano y venderlo como un producto terrestre, tengo varios terrenos en la isla, así que nadie sospechará.
Uno de los hombres se inclinó y utilizó una carpeta para esconder su rostro.
—¿En cuánto tiempo puede reabastecer la tierra con su grano?
El invitado revisó su teléfono
—Mes y medio.
—¿Entiende que las reservas terrícolas solo durarán dos meses?
—Es por eso qué es de vital importancia qué lleve el contrato firmado a Marte lo antes posible. Y les recuerdo que el contrato no se llevará a cabo si no llego sano y salvo a mi planeta.
El cantinero abrió una puerta trasera.
—Lo siento señor, pero allá afuera la gente está un poco agitada, lo mejor será salir por detrás.
Salieron por la bodega a un callejón de carga.
—Camine sin llamar la atención hasta la avenida principal, tome un taxi y no regrese aquí jamás por favor.
El hombre hizo caso a la indicación, colocó su sombrero para qué ocultara su rostro y caminó en silenció hacia la avenida.
Faltaban dos cuadras para la avenida principal, podía ver claramente los vehículos pasar. La gente no cometía homicidios a plena luz del día, al menos le gustaba pensar eso.
—Mira que tenemos aquí, un marcianito, ¿Qué te parece un Marte en las rocas? Coleeeeeega. —El hombre estrelló una botella de Marte contra la pared. —¿O prefieres un Marte en martes?
La botella esta vez se estrelló en cráneo del marciano.
La sangre del cubría el suelo mientras los hombres pateaban el cadáver del marciano.