La vi, y supe que quería pasar el resto de mis días con ella.

Su piel escamosa, su cola levantada, sus colmillos amarillentos pero que bella era. Verla cazar era un deleite al alma, la manera en la que corría inclinando su cabeza para ganar velocidad, sus letales mordiscos dirigidos al cuello y la espalda. No existe un depredador mayor.

Su elegancia al defender la comida, su precisión al contonear su cola, su decisión al rugir. Todo en ella es completa y total virtud. Es el tiranosaurio más perfecto del valle. Y es por eso que me duele no poder estar junto a mi amada. Solo hay una oportunidad al año para acercarme y hay mejores machos buscando sus favores. Demasiado pequeño, delgado y débil. ¡Ay de mí! ¿Por qué habré nacido poeta en la época en que los dinosaurios gobiernan la tierra?

Quiero verla todas las mañanas, aspiro sentirla junto a mí todas las noches, anhelo el olor de su aliento. Pero aunque fuera el macho alfa eso nunca será posible, ella es demasiado fuerte e independiente solo le interesa comer mientras copula y después tendré que alejar de su territorio.

No tiene sentido…

Todo enamorado merece una oportunidad…

Avanzo dispuesto hacia ella, si he de morir que sea por amor. El cielo se rompe cuando una línea blanca cruza el cielo, buenos augurios señalan mi éxito, el mundo queda cubierto por una luz blanca que evita que la vea, la luz se acaba pero ahora una pared de aire desacelera mi paso, el fuego…

Siento como se consume mi cuerpo debido a un fuego misterioso, que surge de ningún lado. También a ella…

Y solo a unos pasos de declararle mi amor.