Animales del Gimnasio.

Todo comenzó hace un par de meses. Tengo un amigo llamado Fernando, al que llevaba casi un año sin ver. Quedamos de vernos en un gimnasio que el frecuenta, y fue una situación incómoda.  Aunque tuvo la cortesía de ser muy sutil, era obvio que mientras que él poseía un cuerpo atlético, yo había subido 10 kilos desde la última vez.

No estoy seguro como se me convenció. (Si lo estoy pero no les voy a contar nada.) Pero esa misma noche estaba corriendo en una caminadora. Siempre atento este cerdito venusiano no tardó en notar que los gimnasios son un ecosistema cerrado con sus propias cadenas tróficas y un equilibrio sensible.

Antes de comenzar, una atractiva paloma que vestía el fosforescente uniforme del gimnasio. Me explicó las reglas del establecimiento. Me habló sobre la higiene y el código de vestimenta. (Por qué en este lugar la vestimenta reveladora puede atraer a un depredador.)Es necesario seguir estas reglas porque en el gimnasio hay algunas liebrecillas de 15 años, que con sus cuerpos esbeltos y metabolismos de adolecente pueden hacer sentir mal a las mamás gallina que tratan de lucir un poco mas apetecibles.

También comentó sobre la importancia de ser amables y tratar de hacer amigos. Afortunadamente yo ya tenía un colega adentro.Mi amigo ya tiene dos años visitando un gimnasio y es bastante popular. Se pasea cual semental azabache entre los aparatos, mientras algunas nutrias, liebres y gacelas tratan de llamar su atención.

El lugar fue diseñado para ser motivadoramente irreal. En una pared escrito con letras moradas de 50 centímetros de alto dice: “Úsalo o Piérdelo.” Obviamente hablan de tu dinero, porque una vez pagada tu subscrición no hay manera de decidir que eres más feliz riendo y robusteciendo en el sillón de tu casa. Las pantallas se dividen entre la transmisión de partidos de soccer donde juegan equipos de países que no logro encontrar en un mapa y los programas policiacos sin audio ni subtítulos. Todo esto ayudado por una pared de vidrio que permite que las estudiantes de una escuela de administración de empresas y contaduría, tengan el placer de ver el humorístico y triste espectáculo que representa un cerdo sudando.

En mis primeros días, un caimán de piel escamosa y rostro sarcástico-agresivo me asigna una serie de ejercicios que me ayudarán a lograr mis objetivos físicos. Se supone que los cerditos venusianos nos dedicamos a engordar, escribir y ser felices. Nadie me habló jamás de necesitar objetivos físicos.

El cerdo no es tonto y se da cuenta de que no recibe el mismo trato que otros especímenes. Las aves mantienen su distancia, las gacelas no le dan la espalda y los tigres le enseñan sus dientes. Así que dedica los espacios entre ejercicios a buscar los diferentes estratos del ecosistema. Un buen día mi equino amigo me saluda en la caminadora y me pregunta si no quiero entrenar con él.

La siguiente sesión se transforma en una tortura constante que no me permite encontrar paz ni movilidad en mi porcino cuerpo. Cada sesión que termina, intento lavarme la cara. Solo para darme cuenta que alguna parte de mi ser está demasiado entumida como para lavarme la cara sin recurrir a una pose ridícula.

Me consta que hago ejercicio. Y verme es un espectáculo deprimente, esa mancha obscura en mi ropa que comienza en mi cuello y termina en mi ombligo es evidencia de mala condición. Pero aun así comienzo a entender las diferencias del trato: Conforme el fitness se hace una moda, existe una serie de especies parasitarias que utilizan el ecosistema con fines publicitarios.

Ya sean algunos changos adictos al celular o alpacas orgullosas que pasan más tiempo fotografiándose que ejercitando. Estos ejemplares erosionan el ecosistema y lo hacen menos apto para los animales que se encuentran en la cadena trófica. Al parecer dos meses de tortura han demostrado que puedo incrementar la variedad de la fauna del gimnasio, sin poner en riesgo el equilibrio ecológico.

Con el tiempo el cerdo logra crear algunas relaciones con otros miembros del hábitat. Por ejemplo hay un rinoceronte que me saluda con una pesada palmada en la espalda, una paloma que me saluda desde una distancia prudente, un pavo real con aspiraciones a ligarse una gacela, mi equino ex compañero de escuela y una zorra roja acompañada de su hija de 16 años[1]. Todos ellos son parte de un ecosistema real. Reunidos por diferentes razones en un espacio de 800 metros cuadrados pintado de color naranja.

Cada uno de ellos me resulta cómico e intrigante a la vez. Paloma se licenció en ciencias del deporte y trabaja en el local mientras consigue un puesto en una escuela. Rinoceronte se está quedando ciego pero le gusta estar en forma. Caballo negro necesita rehacer su vida. Zorra roja tiene dos objetivos: Encontrar a un espécimen que le pueda cambiar el automóvil cada dos años y encontrar uno similar para su hija. Pavo (mirrey de nacimiento) tiene inseguridades y quiere ligarse a todas las gacelas.

Hay otros animales en el Gym. Ratas de laboratorio, gusanos de biblioteca, pulpos de oficina, cabras legisladoras, hipopótamos de pastelería y cerdos que se dedican al transporte público. (Qué por cierto son una especie sumamente incompatible a la mía.)

Gracias a todo esto aún no me arrepiento de participar en estas sesiones de tortura colectiva. Además he sacado del armario algunos pantalones que usaba en la preparatoria y ciertos ejemplares ya me consideran una presa viable…

[1] Igual de zorra que su madre.

Así de patético luce un cerdo en una caminadora.
Así de patético luce un cerdo en una caminadora.

11 comentarios en “Animales del Gimnasio.

  1. Cuando yo iba al gimnasio, descubrí que las pláticas de los baños eran algo así como intimidad de macho 2.0. Increíble. Era material digno de un cuento. Como cuando uno les decía, muy triste, que había bajado un par de kilos de musculo en su viaje a Grecia, y que debía ponerse al corriente en los aparatos porque si no aquello habría de traducirse en grasa y no lo soportaría. Los otros, consternados ante su predicamento, le daban palmadas, lo miraban como si analizaran procrear con él y entonces le decían «pero te ves bien, cabrón» (porque claro, entre tanto homoerotismo junto debía existir una expresión de macho para dejar claras las intenciones del asunto).
    Y bueno, ni hablar de cuando descubren que un tipo con carne de sobra se pasea por las pesas, como si debiese limitarse a la caminadora – una que, dicho sea de paso, ellos ni tocaban -, o de cuando, al ir a las regaderas, se debatían entre compadecerse o burlarse del pobre con mala condición física. Luego descubrí que, en ese delgado ecosistema, a fuerza de verte seguido te integran en cierta forma. A mí, por ejemplo, me regalaban shampoo de vez en cuando, o me recordaban como encender el vapor y esas cosas. A su modo, creo que era algo así como una sonrisa y un «bienvenido, colega». Los gimnasios son toda una experiencia….

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  2. Cuando leí lo de “Úsalo o Piérdelo” pensaba que era la chichilla que todos intentamos eliminar en el gimnasio xD Espero que tus ejercicios te hayan servido para pasar un buen rato y sentirte más sano. ¡Un saludo!

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  3. Y la señora hurraca que solo habla con los rinocerontes, cocodrilos, leones, tigres, bufalos… esta señora hurraca no se hablará ni se fijará en lemures, cerdos, avestruzes, mapaches, ratones o en castores pirque no estan a su altura ni a la altura de los grandes

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