El vaquero

La mierda le cayó en la cara. Llevaba el sombrero nuevo que le habían regalado dos días antes en su cumpleaños número dieciséis. David tenía ya edad para ir con sus hermanos mayores al arreo y en ese momento todos ellos se reían de él mientras el sombrero absorbía el aroma.

—Agradece que Dios es sabio y los elefantes no vuelan —dijo su tío Jacob mientras le pasaba un pañuelo—. Los Mexicanos dicen que es de buena suerte.

—¿Cómo puede ser de buena suerte que una vaca te cague en tu primer día?

Para David aquello no estaba saliendo como esperaba. Escuchó el silbido y cerró los ojos anticipando otro impacto. Luego, el característico sonido de un mojón de medio kilo golpeando un sombrero. David no sintió el golpe mientras todos, nuevamente, se reían.

—Que una vaca te cague en tu primer día es mucho menos humillante que cuando una vaca te caga después quince años trabajando en el rancho, ¿verdad, Jacob?

David abrió los ojos. Su tío reía a carcajadas mientras se limpiaba la mierda del  hombro. David le devolvió el pañuelo. Su padre había llegado junto con el señor S de cortes Santa Rita. El hombre, cuyo apellido se limitaba a una letra, tenía un hijo llamado Dan el cual estaba involucrado con su hermana Eliza. En cuanto él terminara la universidad, regresaría para casarse con ella y toda la familia se burlaba de cómo Eliza Sanders pasaría a ser Eliza S. Fuera de eso, había pocos detalles negativos que se pudieran decir de la familia S.

—Hoy viajarás en la avioneta de tu tío. Legalmente, no tienes edad de pilotear, pero todos sabemos que eres bueno con el lazo.

Su padre había tenido la cortesía de enviarlo con su tío en lugar de con sus hermanos. Cualquier error que cometiera con Dewey o Joss se mencionaría en la mesa del comedor, pero lo que ocurriera con su  tío, se quedaría en la cabina.

Las hélices tableteaban con su característico ritmo cuando vieron a una vaca parda con una única mancha blanca en culo. El animal volaba en una dirección diferente al rebaño, cosa que no sorprendió a Jacob.

—Lasa a la «Parda». Esa vaca todos los días se separa en dirección de un cúmulo donde murió una amiga suya. Si sigue haciendo esas visitas, ella también va a morir allí. Dos avionetas no bastan para sacar a una vaca de un cúmulo de baja presión, cuando tenía tu edad…

—¡Parda atada!

—Perfecto, Daniel. —Jacob cerró el micrófono solo para la línea privada. —Se ve que eres bueno para el oficio pero ¿no has pensado en ingresar a la universidad en un par de años?

—No sé, mi papá y los abuelos dicen…

—¿Que ir a la universidad no sirve de nada para hacer nuestro trabajo? ¿Que yo fui a la academia de aeronáutica y tu padre sigue siendo mejor vaquero?

—Yo no quería decirlo así.

—Tu padre y tus abuelos lo dicen de varias maneras diferentes, pero lo más doloroso es lo que no dicen

—¿Vamos a perder el rancho?

—Yo sabía que no eres tonto. Tu padre no puede pagar a empleados y tampoco puede pagar a un mecánico. ¿Sabes lo que gana un mecánico de aeronaves en El Paso o en Tucson?

David tenía una idea de cuánto cobraba su tío por reparaciones a los vecinos y cuánto pagaba su padre por ellas.

—No, pero si es más dinero, ¿por qué te quedas?

—Eres inteligente, David. Ya lo sabes.

—Pero… ¿Por qué están todos tan tranquilos?

—Tu padre está convencido de que Eliza va a salvar el rancho.

—Es casi cómo regalarle las tierras al señor S.

—Pagará por ellas. Tu madre se iba a casar con el señor S al volver de la universidad. El padre del señor S y tu abuelo también eran amigos. Un día de acción de gracias, Humbert S llegó al pueblo con una amiga de la universidad y ya sabes el resto de la historia.

—Si yo fuera mecánico tampoco podría salvar el rancho.

—Sálvate a ti, chico. Ve a la escuela, aprende algo útil y cuando todo se caiga, al menos podrás sostener a tú  esposa y pagar el asilo de tus padres.

David conocía a sus hermanos, odiaban a los pule-gafas. Estaban convencidos de que este rancho sería su vida y que la vida nunca cambiaría.

La plática se interrumpió cuando vieron a su padre y al señor S tratar de liberar a una vaca de un cúmulo de baja presión. Cuando la vaca se liberó, salió disparada hacia la avioneta que ambos tripulaban.

En un silencio espectral, el mejor vaquero de Nuevo México y el dueño de cortes Santa Rita se desplomaron hacia un prado.

Ahora el destino del rancho era aún más incierto y David lo sabía.

Nota del cerdo:

La entrada de hoy es una edición especial de la revista Insectos comunes, el reto en cuestión es imaginar un mundo donde las vacas vuelan ¿por qué no visitan los enlaces y leen otras versiones? Si les gusta pueden ayudar a un escritor hambriento (de poder y manzanas) y compran la revista.

Otras versiones:

El zumbido de las vacas voladoras by Benajamín Rechaca

¿Y si las vacas volaran? by Toni (Autonomía)

¿Donde están las vacas? by La rata gris

Una declaración en Banculte by Manu LF

2 comentarios en “El vaquero

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